Escribo estas líneas a 300
km/hora en el coche 10 del Ave Sevilla-Barcelona, que me lleva, junto a mi
flamenca, a intentar disfrutar de un fin de semana cariñosamente planificado y
que nos viene como anillo al dedo. El resultado es más que probable que dé para
otra entrada en esta mi cibercasa. Pero como dijo Julio César “cuando lleguemos
a ese río, hablaremos de ese puente”, añado yo; “cuando crucemos ese puente, hablaré de ese
río”.
Que tu psicóloga personal te
permita dormir a su lado es algo que la master-card no puede comprar, vamos, que
no tiene precio.
Si me sigues, habrás comprobado
que escribir lo hago mejor desde la tristeza y la melancolía que desde el otro
yo, la ilusión y la alegría. Así que no esperes mucho de éste.
Sentencia el maestro Sabina en
una de sus canciones con un “el dinero es el único dios verdadero”, y aunque
uno anda en el camino persiguiendo a Otro, lo vivido en estos últimos dos meses
viene a certificar que lo años no pasan sin su látigo y que el de Úbeda afincado
en los madriles (nunca mejor dicho lo de afincado; las aceras y las bocas de
metro habitan en el olvido) hizo su pacto de caballeros con el mismísimo
diablo. Trovador de espina y vinagre en noches de vino y rosas.
Unos de una forma lícita y otros
no tanto, persiguen lo que todo lo compra, mientras tanto el tiempo pasa para
los unos y los otros, ese tiempo que nunca podrán comprar porque ese sí que nunca
estuvo en venta.
Este latigazo dolió, con toda
seguridad dejará una nueva cicatriz que reafirmará el camino.
Espinas, vinagre, látigo y cicatrices para el que
despreció a “ese dios verdadero”.
Barcelona…
No hay comentarios:
Publicar un comentario