viernes, 29 de enero de 2016

DOS MESES PARA OLVIDAR


Escribo estas líneas a 300 km/hora en el coche 10 del Ave Sevilla-Barcelona, que me lleva, junto a mi flamenca, a intentar disfrutar de un fin de semana cariñosamente planificado y que nos viene como anillo al dedo. El resultado es más que probable que dé para otra entrada en esta mi cibercasa. Pero como dijo Julio César “cuando lleguemos a ese río, hablaremos de ese puente”, añado yo;  “cuando crucemos ese puente, hablaré de ese río”.

Que tu psicóloga personal te permita dormir a su lado es algo que la master-card no puede comprar, vamos, que no tiene precio.

Si me sigues, habrás comprobado que escribir lo hago mejor desde la tristeza y la melancolía que desde el otro yo, la ilusión y la alegría. Así que no esperes mucho de éste.

Sentencia el maestro Sabina en una de sus canciones con un “el dinero es el único dios verdadero”, y aunque uno anda en el camino persiguiendo a Otro, lo vivido en estos últimos dos meses viene a certificar que lo años no pasan sin su látigo y que el de Úbeda afincado en los madriles (nunca mejor dicho lo de afincado; las aceras y las bocas de metro habitan en el olvido) hizo su pacto de caballeros con el mismísimo diablo. Trovador de espina y vinagre en noches de vino y rosas.

Unos de una forma lícita y otros no tanto, persiguen lo que todo lo compra, mientras tanto el tiempo pasa para los unos y los otros, ese tiempo que nunca podrán comprar porque ese sí que nunca estuvo en venta.  

Este latigazo dolió, con toda seguridad dejará una nueva cicatriz que reafirmará el camino.

Espinas,  vinagre, látigo y cicatrices para el que despreció a “ese dios verdadero”.

Barcelona…

 

jueves, 21 de enero de 2016

LA SOLEDAD DEL HUÉRFANO



“Todo lo que era sólido”, así tituló Muñoz Molina su ensayo sobre lo ocurrido en España durante la explosión de lo que se llamó la burbuja inmobiliaria. Un placer espinoso su lectura; buena pluma la que escribe sobre sucesos que han marcado a varias generaciones de españolitos.

Me pone triste pensar en todo lo que se quedó  detrás y más triste aún en los que se quedaron sumidos en la desesperación de no vislumbrar salida alguna. Morir desesperados debe ser como morir dos veces. 

Ilusiones, proyectos, esos cientos de cuentos de la lechera que todos nos hacemos, ese trabajo que era para toda la vida, un negocio súper rentable, el mercedes o el megane, el piso de la playa, los ahorros, las alas para emprender… y por último la esperanza. Todo quedó varado en un abrir y cerrar de ojo, que van para diez años martilleando la misma palabra: crisis.

Pero no pretendo en esta entrada hablar de las finanzas destrozadas, sino más bien hablar de ese destrozo de los cimientos políticos que tanto costó forjar y que ahora se muestran como una charca de aguas movedizas en las que todos, repito, todos, intentan sobrevivir.

Cuando se debería de hablar de cómo reconquistar el baluarte más importante que ha esculpido la clase media, que no es otro que el Estado del Bienestar, se prefiere hablar de niños y rastas en el Congreso. Cuando las formas vencen al fondo, el postureo campa por las moquetas. 

No es mi intención alargar esto demasiado, y menos confundir. En mi opinión, la cual comparto con gente a la que estimo y quiero,  el lodazal político será complejo de arreglar por diversos motivos. Me centraré en uno de ellos. 

Los mejores, sí, los mejores, no llegarán nunca a la política si no es por ideología y patriotismo. Horas muy bajas para ambos.

 Los mejores, sí, los mejores, no necesitan la política para comer. En los últimos años, la política ofrece migajas, exiguas nóminas utilizadas como disfraz reconciliador con los contribuyentes. El político mimetizándose con los de muy abajo y dejando que los de muy  arriba sigan controlando este juego de títeres. 

Mientras tanto, los que ni muy abajo ni muy arriba, los que dando utilidad a las dos manos, la izquierda y la derecha, agarramos sin pudor las dos banderas, en mi caso, la andaluza y la española, seguimos en la más terrible de las soledades. La soledad del huérfano. 

May Sanz.

martes, 5 de enero de 2016

ME LO PEDISTE.

Mientras escucho la melodía de la banda sonora de la película  La Vida es Bella, aporrreo teclas esperando complacer la petición que me hacía ayer una amiga.

La verdad es que El Viso (piensaviso) seguirá pensando, nunca lo dejó de hacer, incluso desde la desilusión que oculta una vida saciada de placeres.

Me pediste una vez un consejo y te lo dí, yo mientras tanto esperé que las circunstancias me apartaran. Tú desde la decisión personal, yo, como casi todo en mi vida, esperando que los vaivenes de la vida me separaran de ella.

Yo,con todo, un poco huérfano de aplausos, tú, con poco, sigues ahí en ese mundo enmarañado de bonitos sentimientos, resitiéndote a caer en las garras que a mi me agarran.

Y sigo escuchando música, ahora, la banda sonora de Forrest Gump, bellas melodías interpretadas desde la tristeza de sus instrumentos. La Vida.

Defenestrando a los gurús de los libros y charlas de autoayuda que no saben de guerras, holocaustos, ni de niños muertos. Todo en la vida no es bonito, no. Y lo digo hoy que la calle rebosa colorido, ilusión y esperanza.

No saldrá de mi pensar que tiempos pasados fueron mejores pero éstos tampoco lo son, a éstos les sobra celofán y confeti.

Suena ahora la de la película Gladiator. Supongo que seguiremos luchando, no queda otra, cada uno desde nuestra particular forma de ver lo que nos rodea. La lucha contra uno mismo indica el camino que recorrimos y nos prepara para el que vendrá.

Creo que ahora toca la de la Lista de Schindler, espero haber terminado antes de que empiece, tocar teclas intentando secar lagrmias de la mejilla lo dejo para funambulistas.

Suena ya, lo peor del ser humano. Te dejo, un beso.