Hay cosas que se van perdiendo y
que vienen a restar humanidad a la especie. Me conmueve, y mucho, los actos de
solidaridad (dicho sea de paso, la palabreja resta intensidad al sentimiento al
cual da significado) como por ejemplo el que se producía en los pueblos ante el
fallecimiento de un vecino. Tradicionalmente los vecinos más cercanos
preparaban viandas y, de una forma muy discreta, la iban dejando en la cocina
de la casa del finado.
Pues esto que se perdió fue lo
que me sirvió para contestar a una amiga la pregunta sobre el resultado electoral.
Al conocerse la muerte de un
significado vecino, las cocinas de las casas colindantes empezaron a humear.
Fieles a las tradiciones, comenzó el desfile de ollas disimuladas por talegas
unas, por paños otras, que se iban quedando en el pollo de la cocina o en una
pequeña mesa que servía desde para comer como para preparar lo comido. En cada
una de ellas venía su significado pésame.
Una vez terminado el entierro.
Cerrada la casa. Se destapan las ollas. Más pronto que tarde tocará devolverlas
vacías, limpias como nunca, acompañadas con un sentido abrazo de
agradecimiento.
Destapó la primera que contenía
un puchero con todos sus avíos. Lo vertió en un cacharro grande que utilizaba
poco (en la cocina lo que no es olla o sarten es cacharro) y se dispuso a
fregarla.
Así con todas las demás. Exceptuando
una que venía preñada de pestiños, todas rebosaban puchero.
No había cacharro o tinaja que no
estuviera hasta arriba de puchero. Digamos que el primer plato lo tenía
asegurado para mucho tiempo. A ella le gustaba el puchero pero temía que si no
lo conservaba bien se le terminaría corrompiéndose y si lo comía todos los días
terminaría aborreciéndolo.
Pensó comentarlo con sus dos vecinas
más cercanas, a fin de que pudieran
beneficiarse de ese excedente. Finalmente desistió en la idea. Sería una
descortesía por su parte.
Lo que pasó con el puchero os lo
contaré más adelante, lo que sí sabemos es que cada una de las vecinas cumplió
con lo que creía que debía hacer.
Cuando en sus encuentros diarios
fueron descubriendo que todas prepararon un cariñoso puchero, se miraron,
bajaron la cabeza y sin mediar palabra suspiraron un ¡VAYA POR DIOS!
Buen verano amigos.