viernes, 21 de junio de 2019

DEMASIADO PUCHERO, QUE NO PUCHERAZO


Hay cosas que se van perdiendo y que vienen a restar humanidad a la especie. Me conmueve, y mucho, los actos de solidaridad (dicho sea de paso, la palabreja resta intensidad al sentimiento al cual da significado) como por ejemplo el que se producía en los pueblos ante el fallecimiento de un vecino. Tradicionalmente los vecinos más cercanos preparaban viandas y, de una forma muy discreta, la iban dejando en la cocina de la casa del finado.
Pues esto que se perdió fue lo que me sirvió para contestar a una amiga la pregunta sobre el  resultado electoral.
Al conocerse la muerte de un significado vecino, las cocinas de las casas colindantes empezaron a humear. Fieles a las tradiciones, comenzó el desfile de ollas disimuladas por talegas unas, por paños otras, que se iban quedando en el pollo de la cocina o en una pequeña mesa que servía desde para comer como para preparar lo comido. En cada una de ellas venía su significado pésame.
Una vez terminado el entierro. Cerrada la casa. Se destapan las ollas. Más pronto que tarde tocará devolverlas vacías, limpias como nunca, acompañadas con un sentido abrazo de agradecimiento.
Destapó la primera que contenía un puchero con todos sus avíos. Lo vertió en un cacharro grande que utilizaba poco (en la cocina lo que no es olla o sarten es cacharro) y se dispuso a fregarla.
Así con todas las demás. Exceptuando una que venía preñada de pestiños, todas rebosaban  puchero.
No había cacharro o tinaja que no estuviera hasta arriba de puchero. Digamos que el primer plato lo tenía asegurado para mucho tiempo. A ella le gustaba el puchero pero temía que si no lo conservaba bien se le terminaría corrompiéndose y si lo comía todos los días terminaría aborreciéndolo.
Pensó comentarlo con sus dos vecinas más cercanas, a fin de que  pudieran beneficiarse de ese excedente. Finalmente desistió en la idea. Sería una descortesía por su parte.
Lo que pasó con el puchero os lo contaré más adelante, lo que sí sabemos es que cada una de las vecinas cumplió con lo que creía que debía hacer.
Cuando en sus encuentros diarios fueron descubriendo que todas prepararon un cariñoso puchero, se miraron, bajaron la cabeza y sin mediar palabra suspiraron un ¡VAYA POR DIOS!

Buen verano amigos.