lunes, 6 de junio de 2011

de amortizaciones, muertos y resucitados...


Otra vez poniendo las cosas del revés en este rinconcito virtual, refugio de espinas y rosas.

Dejado atrás el tifón del mes de Mayo que me ha dejado con los mismos vicios que yo creía vencidos y con un poquito de más madurez traducida a partes iguales en dos frases; “en la esquina te espero” y “me importa un huevo”.

Ahora sí que ha llegado el momento. Pero bueno, volviendo a esa delgada línea que separa al bueno del tonto y que yo la suelo saltar como si jugará a la comba, empezaré por los agradecimientos. No se si son muchos o pocos los que con un llamada o una sonrisa me habéis hecho más llevaderas estas dos últimas semanas, por lo menos me queda el consuelo de que lo que tenía que salir bien, sí o sí, salió estupendamente, aunque, como en las mejores sopas o croquetas, con tropezones. Quisiera agradecer muy especialmente a los míos “cada uno a su bola, pero cuando hay que estar, se está.” A todos y a algunas, muchas gracias.

Llegó el 22 de Mayo, y el juguete que con tanta ilusión anhelaba durante cuatro años llegó destrozado. Esta vez no hubo lágrimas, ni siquiera maldiciones, envidias, ni rencores. Cansado llegué a casa, la cama me supo a gloria. Todo parecía terminado, el juguete destrozado se queda apartado en ese rincón que todos tenemos, y que sólo miramos cuando sentimos el amargo dulzor de la melancolía.

Al amanecer, el juguete roto pareció cobrar vida. Lo miré con cara de asco y hasta pensé en tirarlo a la basura. Llegué a la oficina, todos me preguntaron por él. Antes de que me dejaran contestar ya me estaban diciendo, unos, las formas de cómo arreglarlo, y otros, donde había que tirarlo para que contaminase menos. Los menos, la noche anterior, incluso me hablaron de que el juguete podría robarme hasta la dignidad, reconozco que eso me hizo pensar. Me había costado mucho tener el cajón de la dignidad hasta los topes para que un juguete roto acabara con todo lo que había dentro.

Todos querían jugar con mi juguete roto…

Reconozco que tuve una discusión un poco agria con El que dice a los Reyes Magos si merecía o no el regalo de la duda. Como “casi siempre” (no tengo remedio, lo mío es el pecado) acertó:

¿Para qué querías el juguete? Para compartirlo y hacer disfrutar a tus amigos. O lo querías para seguir llenando tu vanidad aún a costa de refregarla a todos tus amigos.

Qué bien hubiera quedado si dijera eso de “yo, para compartirlo”. Pues no, agaché la cabeza y me callé como una p… Hablando de p…. Putas y putos todos, pero todos y todas eh!

Esperaba la reprimenda por no contestar.

Por la tarde comprendí que me debía dejar llevar. Sabía que había otros que habían pedido el mismo regalo que yo, y que por supuesto le habían llegado roto al igual que a mí. Por lo visto y oído había sido un error del fabricante. La marca no era de mucha garantía.

Hablé con ellos. Nuevamente división de opiniones, pero esta vez con matices. La mayoría de los que creían que el juguete podría servir para mejorar las cosas eran los que con más persistencia y ahínco habían deseado ese juguete.

Saludos a todos y a todas.

Pd. Mira que lo sabía, te he tenido siempre presente. Para ser uno mismo es mejor no saber que te tengo tan cerca.