Si mi
habitación fue mi mundo, el escritorio fue mi santuario, mi arcadia.
Una
maravilla para los actuales amantes del arte deco. No sé cómo llegó a casa pero
si puedo decir que fue un amor a primera vista. Escritorio, secreter,
confidente…
Color pajizo, un poco
desvencijado por la edad, espesa capa de barniz cual maquillaje que viene a
recordar la belleza de lo nuevo. Artrósicas bisagras con su chirriante lamento.
Males crónicos pero no mortales. Tratamiento: caricias, muchas caricias.
Perfume
fuerte, quizás incluso ajado. Con carácter. Fácilmente reconocible.
Cerrado
era simple, feote, sin ningún encanto. Liso, con una pequeña cerradura mellada.
Abierto,
era un cielo lleno de estrellas para un nostálgico que atesoraba fetiches de
vivencias que amaba y que no quería dejar escarpar entre páginas de un libro,
cajones violados por manos insensibles, arrollados por una limpieza despiadada.
Recuerdos a veces utilizados para la mofa y el escarnio. Es curioso como una
cosa puede significar el todo y la nada, la risa y el llanto.
Cajoncitos
y pequeños balconcillos donde colocar todo lo que en esa edad es importante y
que luego pasan a ser ñoños recuerdos cubiertos por el polvo del olvido.
Ahora,
que no peino, todo es distinto. Poder oler, ver, tocar, escribir sobre él sería
como tener la quimérica posibilidad de volver a empezar. De agarrar con fuerza
lo que nunca debí dejar escapar, de sonreír a los recuerdos que te azoraban el
alma.
Y
de todo eso, yo tenía la llave.
2 comentarios:
Muy bien!!!
Pero ya me estás bajando el ritmito!! Que no decaiga!
Al próximo relatoencadenado le voy a poner de título el secreter...a ver si así te animas a escribir!
jajajaj
"Virgencita, virgencita, que me quede como estaba"
Estoy en paz, compadre. Me gusta emborronar por aquí.
Gracias, como siempre, por estar cerca.
Y prometo aburrirte. Este es sólo el comienzo.
ABRAZOS
Publicar un comentario