miércoles, 14 de enero de 2009

EL PUEBLO NOS NECESITA A TODOS.

Hacía una noche de perros para estar en el parque. Pero no fuimos pocos los que sin importarnos las inclemencias climáticas asistimos a la concentración sobre el conflicto, guerra, o genocidio en Gaza.

Ahora que tan desvirtuados estamos los que hemos dado el paso al frente para militar en un partido político.

Ahora que militar en un partido político, es como colocar una diana en tu cabeza y dejar que los demás lancen sus dardos.

Ahora que el mundo pierde el norte, y desgraciadamente nuestro pueblo también. Los que ayer pasamos frío y nos mojamos los pies, deberíamos reflexionar sobre por qué, y para qué estamos en política.

Fuimos a pedir Paz en Gaza, y nos encontramos con una “guerra fría”, con una prepotente exhibición de nuestros propios ejércitos.

Ahora más que nunca, debemos dignificar nuestro trabajo político. El pueblo nos necesita a todos.

Saludos.

9 comentarios:

Anónimo dijo...

Una exhibición echa con nocturnidad y alevosía cuando se consensuo un acto neutro, no quien más grita, para creo yo mostrar sus “ejércitos”, más lo siente o más se implica. La cuestión es que la de anoche era una concentración de repulsa en la unión sin sobresalir nadie sobre nadie y se convirtió en una acto frio y bélico como tu bien dices Amigo May.

Anónimo dijo...

Bueno, ¿de qué vais pijorros?, de modo que asistís a un manifa y luego vuestros oídos de monjita escandalizable no podéis soportar unos gritos y unas consignas.

Mejor es que os dediquéis a encender velas al santo Patrón del pueblo, pedaso de subnormales.

Anónimo dijo...

La educación de los de IU en pura esencia....Menos mal que no son nadie porque los talibanes a su lado nada son. Se les dice cualquier cosa y ya veis como se ponen.

plataforma07viso dijo...

¿No serás TU el mismo que escribes y te respondes? y todo por querer insultar, los de IU hicieron lo que creyeron oportuno, al igual que vosotros.

plataforma07viso dijo...

el comentario 4, no lo escribe la plataforma, lo escribo yo y no se porque sale la platforma.

Anónimo dijo...

Pues sale la plataforma simplemente porque eres alguien de la plataforma, que tiene sus claves, pero que no se atreve a dar la cara

Anónimo dijo...

Más claro el agua.

Anónimo dijo...

Podrán adornarlo de tan bellas palabras como quieran: servicio público, expresión de la ciudadanía, instrumento de la convivencia, pero según lo entiendo yo el papel principal de los políticos es bien claro: gestionar el odio. Hablo de los políticos profesionales, de aquellos que se integran en la estructura de un partido, de los que hacen carrera en la moqueta, la subvención y el despacho. Sonríen y hacen la V de la victoria cuando resultan elegidos, y prometen para el electorado, “que nos ha otorgado su confianza”, un futuro prometedor donde las injusticias se vean superadas y reine la paz y la concordia. Ese es el discurso establecido. Y sin embargo…

En 1984, la novela de George Orwell donde se describe una sociedad totalitaria dirigida por El Partido, en la que los seres humanos son utilizados como simples piezas de un engranaje gigantesco, se nos habla de cómo, cada día, los pobladores de ese mundo asfixiante han de interrumpir sus tareas para concentrarse en “los dos minutos de odio”. Durante ciento veinte segundos, y bajo la mirada implacable del Gran Hermano, los habitantes de Oceanía se disponen frente a una pantalla y son bombardeados por imágenes de aquellos personajes calificados como traidores y de aquel país contra el que en ese momento se encuentren en guerra. A la vista de aquellos seres despreciables y aquellos paisajes repugnantes, los habitantes de Oceanía experimentan un odio cerval, una furia absoluta, prorrumpen en gritos y cierran los puños con rabia. Después de experimentar lo cual, cuando cesan las imágenes, se sienten confortados por vivir en la sociedad en la que viven, una sociedad enemiga de toda esa iquidad.

Retornan entonces a sus obligaciones satisfechos y tranquilos.

Más que la represión directa o más que la propaganda, son sin duda esos dos minutos diarios de odio los que mantienen cohesionada a la sociedad de 1984.

En mi opinión, es ahí también donde más profundo y clarividente se muestra el escritor. Lo que más aterroriza de la novela de Orwell es precisamente esa manera en que el Estado ha conseguido apropiarse de uno de los sentimientos primigenios e instintivos del ser humano y el modo en que lo dispensa en calculadas dosis a favor de sus intereses. Seguramente pueda vivirse sin amor y sin ternura, piensa uno al leer estas páginas, pero cuando a un hombre le confiscan su rabia le han alienado por completo y ya no es sino una herramienta.

Cuando miro a mi alrededor, cada vez encuentro más parecidos con la novela de Orwell, y uno de los más llamativos es ese empleo del odio para moldear la sociedad. Aquí es imprescindible que aclare que no me estoy refiriendo a la bondad o maldad de los objetivos que se persiguen con esta administración del odio, sino que hablo del simple mecanismo, del proceso de su embotellamiento y etiquetado, no del contenido.

El hombre necesita odiar. Seguramente es consustancial a su ser. La vida de los seres humanos, en el común de los casos, es una continua frustración y precisa de otro ser humano, un pueblo, una bandera, algo, en lo que sublimar ese sentimiento hostil. La tarea de los políticos (o una de sus tareas, pero seguramente la primordial) es aglutinar y enfocar ese odio hacia un enemigo y, de tal manera, mantener unido al grupo. Y así mismo es su función sustituir a un enemigo por otro cuando los intereses o las circunstancias lo exijan. Fueron los infieles, los paganos, los izquierdistas, los comunistas y otros muchos grupos en otro tiempo los que catalizaron ese odio. Han sido en general los Estados Unidos y en concreto Bush (no digo, insisto, que sin total merecimiento) hasta hace unos días; hoy, que con el (supuesto) cambio de política la Casa Blanca se ha apartado del centro de la diana, en un tiempo sorprendente, en unos días, el odio generalizado se ha desplazado hacia Israel (repito, insisto, en lo del merecimiento y en que me limito a describir la mecánica).

Pero también es cierto que ese odio debe ser racionado. Dos minutos diarios, por ejemplo, y una semana al año no es mala medida. La tarea de los políticos es controlar, regular, gestionar ese odio de manera que no pueda exacerbarse demasiado, expandirse por la masa y escapar a todo control, como algunas veces en la Historia, cuando ha estado en manos de políticos sin experiencia, ha ocurrido. Conocer dónde está el borde del precipicio y llevar a la masa hasta ese punto sin que acabe por despeñarse. Las manos en las riendas porque en cualquier momento, quizás, haga falta hacerlo retroceder.
Miguel Strogoff

Anónimo dijo...

Dictadura y totalitarismo no expresan un mismo tipo de dominación de la Sociedad por el Estado. La dictadura, personal o de partido único, se define por el monopolio del poder estatal y, en consecuencia, por la prohibición de la política, en tanto que competición abierta entre fracciones de la sociedad para la conquista y conservación del poder en el Estado. El totalitarismo no se limita a suprimir, como la dictadura, la libertad de acción política. Borra, además, las fronteras entre lo privado y lo público. La dictadura de Franco no fue totalitaria. Respetó lo esencial del derecho civil: familia, propiedad y contratación, salvo en la esfera laboral.

El Estado de Partidos creó un nuevo tipo de dominación, un oligopolio del poder estatal entre varios partidos, financiados por el Estado y convertidos en órganos del mismo. Además de mantener la imposibilidad de controlar al gobierno, como en la dictadura, este Régimen oligárquico dio paso libre al poder totalitario del ejecutivo sobre la sociedad, mediante la sindicación estatal de las organizaciones obreras, la jefatura de jueces, Magistrados y un tribunal superior (TC), y la soberanía de un Parlamento inferior que ignora los límites del parlamentarismo. Según los postulados básicos de la ciencia política, este Régimen es una oligarquía totalitaria, por turnos de partido. La pirámide totalitaria la componen: el partido estatal gobernante, su parlamento, su TC, sus magistrados, su televisión, los sindicatos estatales, los partidos estatales de oposición formal y los partidos estatales autonómicos. La sujeta, un Rey acomodaticio. La sostiene, la mentira de la sociedad mediática, incluida la docente, de que esto es la democracia. La financia, la especulación de la burbuja financiera. La alimenta, el mundo profesional metido en la burbuja inmobiliaria. La legitima, la masa de votantes que ratifican listas de partido sin elegir a sus representantes.

Para quien dude del rigor científico y realista de este análisis no hay que recordar los parlamentos autonómicos que, en España, inventan naciones. Bastarán los ejemplos actuales de totalitarismo parlamentario. Sin que ningún partido se oponga, el PSOE pretende que rindan cuentas en el Congreso: 1. El Presidente del CGPJ, sobre el caso Tirado. 2. El Presidente de Iberia, sobre el caos de Barajas. 3. Las cinco Asociaciones judiciales, sobre su amenaza de huelga. 4. Seis Presidentes de Bancos y Cajas de Ahorro, sobre su retraso en el flujo de liquidez a la economía. Es decir, todo lo público y lo más potente de lo privado en el puño de un partido.

Miguel Strogoff