Como uno de los personajes de la novela del maestro Reverte “La
piel del tambor” he recorrido la
Sevilla que mejor conozco; la que va desde la Puerta de la Carne hasta la Alfalfa. Preciosa
por cierto.
Ajeno a la procesión, e inmerso en mi profesión me he visto
sentado con un cortado sobre las 11 de la mañana en la Plaza de la Alfalfa, más concretamente
en el Bar Gran Tino. Allí me esperaba, con el terno puesto (traje oscuro,
medalla de la hermandad, escudo en la solapa) mi consejero y amigo. En fin, mi
abogado.
El prefiere a esa hora una copita de aguardiente, ahumado con
mil cigarrillos. “No te preocupes May, me ha venido bien salirme de la procesión,
ahí está pegando el sol que no veas”.
Ya éramos dos los personajes revertianos (permitidme la
expresión). Un nuevo problema, y a poner soluciones. Quince minutos de charla,
reparto de tareas. Él a su procesión y yo a deshacer el camino andado.
El sonido de campanas cada vez más tenue. Me siento
tranquilo recorriendo la ciudad.
Cómo te cambia el tiempo.
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