
Es una venta que, al contrario de otros negocios, va a más con esto de la crisis. Entre su clientela, un hombre metidito en años que no falta nunca, y que aunque compartimos aficiones y equipos, son muchas las discusiones que mantenemos durante la comida. Con bastante asiduidad, aparece un pelón, siempre acompañado de su mujer, de su hijo y de muchas ganas de cachondeo, que me hace todos los días la misma pregunta, ¿Cómo va esa crisis?, el muy pesado, si ha pasado por el comedor antes de mi llegada deja un papel en la silla con la misma preguntita.
Que deciros de la comida, como si la hubiera hecho la madre de uno.
Pero lo mejor es el precio. La cocinera, amante del café, se cobra la comida con un ratito de conversación mientras lo toma.
¡Ah! se me olvidaba, y te despide con un beso.
1 comentario:
Compadre, eso no se hace, que se me han saltado las lagrimas.
Un abrazo, genio.
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